domingo, 18 de enero de 2015

Liberalismo social y liberalismo conservador: resumen de principios fundamentales

El liberalismo social constituye un constante y prolongado esfuerzo por configurar un nuevo liberalismo que, a pesar de sus innegables diferencias internas, comparte un conjunto de ideas y supuestos nucleares en torno a la defensa de:
  1. El individualismo social.
  2. La revuelta contra la exclusividad de la libertad negativa y la apuesta por complementarla con la libertad positiva.
  3. El establecimiento de ciertos límites a los derechos de la propiedad.
  4. La promoción de igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades.
  5. Una mayor y mejor redistribución de la riqueza a través de procedimientos de justicia social.
  6. Un amplio grado de intervencionismo estatal y ciertos aspectos del Estado del bienestar.
  7. La democracia representativa y la potenciación de la participación política de la ciudadanía.
Por su parte, el liberalismo conservador ha aportado otra revisión del programa liberal cuyo objetivo ha sido recuperar el individualismo posesivo y los principios básicos de la sociedad de mercado defendidos por buena parte del primer liberalismo. Un nuevo liberalismo clásico que se muestra claramente despreocupado por las desigualdades e injusticias sociales y unido por la defensa de:
  1. El individualismo posesivo.
  2. La propiedad privada como derecho cuasi absoluto y de amplio alcance.
  3. La libertad entendida en sentido exclusivamente negativo.
  4. La reducción de la igualdad ante la ley y, en contados casos, a la igualdad de oportunidades entendida como “carrera de abierta de los talentos”.
  5. Rechazo de casi toda forma de redistribución de la riqueza y la renuncia a la justicia social.
  6. Reducción al mínimo o, incluso, la desaparición de las tareas del Estado.
  7. La democracia protectora y elitista.
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Esta es la octava y última entrada de resúmenes del tema 1, titulado “La tradición liberal” y escrito por Roberto Rodríguez, del libro titulado “Ciudad y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política”, edición de Fernando Quesada y de la editorial Trotta (2008).
Todos los artículos de esta serie son:


El liberalismo social frente al liberalismo clásico

El individualismo propio del liberalismo clásico buscaba ofrecer un amplio campo de actuación para la satisfacción de los deseos e intereses individuales como medio para que cada cual, a través de sus energías e iniciativa privada, encontrase el trabajo que mejor cuadrase con sus habilidades individuales y obtuviese la recompensa y posición que por capacidad y méritos le correspondiese. Dichas energías y esfuerzos de unos y otros se verían complementadas y todos ellos promoverían, sin proponérselo, la armonía social y el bienestar general, como quería Adam Smith.
A finales del siglo XIX era ya más que evidente que dicho individualismo estaba fundado en un conjunto de principios y supuestos metafísicos carentes de todo fundamento. También era notorio que había dejado de ser aplicable, si alguna vez lo fue, en las nuevas condiciones sociales y económicas. El “viejo individualismo” debía ser sustituido por un “nuevo individualismo”.
Ese nuevo individualismo propone a un ser social y autónomo, además de racional. Un ser cuya naturaleza podría ser capaz de alcanzar su realización personal únicamente bajo unas condiciones adecuadas. El nuevo liberalismo promueve un individualismo que es social en este doble sentido: la existencia de individualidad del sujeto está condicionada socialmente y su desarrollo depende de factores y condiciones sociales. En consecuencia emerge la idea de una sociedad según la cual ésta ya no constituye un mero agregado de individuos egoístas sino, por el contrario, una suerte de entidad colectiva conformada por individuos racionales y autónomos pero igualmente interdependientes, cooperadores y capaces de ayuda o asistencia mutua.
El nuevo liberalismo social percibe al Estado como una condición necesaria para el ejercicio de la libertad por parte de todos, y no sólo de algunos. La libertad no sólo hace referencia a la ausencia de coacción externa (“libertad negativa“), sino que alude también a la “libertad positiva“, a aquella “facultad o capacidad positiva de hacer o disfrutar” (T. H. Green). La libertad sólo debía ser restringida en aquellos casos en que pusiera en peligro el desarrollo físico, intelectual o moral de otros o del bienestar social.
Respecto a las enormes desigualdades existentes en la sociedad, el liberalismo social sostiene que son en buena medida producto de las diferentes circunstancias sociales y personales de los individuos, así como del modo en que son tratadas por las instituciones sociales. Alcanzar la igualdad de oportunidades es la vía para asegurar a los individuos, y en especial a los miembros de los sectores sociales peor situados, una libertad más efectiva y un acercamiento a la igualdad. Para ello se deben plantear un plan de reformas sociales que estableciese diversas políticas públicas relacionadas con la salud, el trabajo, la educación, la vivienda o el transporte.
Esta igualdad de oportunidades exige una importante amplicación del alcance, fines y funciones del Estado y éste debe concebirse más bien como un Estado social, un Estado interventor y asistencial que debía, además de atender a la regulación del proceso económico capitalista, alcanzar el pleno empleo y poner fin a la probreza, las enfermedades y las carencias educativas. Así, lejos del viejo liberalismo del laissez faire, el liberalismo social concibe ahora al Estado como un instrumento para la organización y dirección de la propia economía capitalista, así como para la consecución de la igualdad de oportunidades y ciertas formas de justicia social.
Por último, otro aspecto importante a reflejar del nuevo liberalismo social es la necesidad de extender los derechos políticos hasta el establecimiento del sufragio universal, reconociendo los derechos políticos de la mujer. Defendían una democracia representativa en una ciudadanía activa y participativa, en la conformación de la voluntad colectiva a través de la discusión pública o, en fin, en la existencia de organismos intermedios que vincularan al individuo con la colectividad.
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Esta es la sexta entrada de resúmenes  del tema 1, titulado “La tradición liberal” y escrito por Roberto Rodríguez, del libro titulado “Ciudad y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política”, edición de Fernando Quesada y de la editorial Trotta (2008).
Todos los artículos de esta serie son:
26 noviembre 2009 Posted by | Filosofía, Filosofía Política, Liberalismo | , , s                                       
 
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